Todos hemos escuchado una y otra vez la palabra “inflación”. De hecho, es uno de los tres grandes indicadores económicos que permiten medir el desarrollo y el bienestar de una economía, al lado del Producto Bruto Interno (PBI) y el nivel de desempleo, de los cuales también hemos escuchado en repetidas oportunidades. Entonces, debe ser importante, ¿no?
Ciertamente lo es. El problema es que quizá entendemos la importancia de la inflación como indicador macroeconómico, al cual los gobiernos de nuestros países dedican buena parte de su atención (tanto para definir un nivel meta como para implementar las políticas económicas que les permita alcanzarlo), pero no llegamos traducir su impacto en nuestras finanzas personales. ¡Y vaya que lo tiene!
Empecemos con la definición del concepto. Inflación es, a grandes rasgos y sin ánimo de ofrecer una definición técnica, el ritmo al que aumenta el costo de vida en un determinado país durante un determinado período. Se mide tomando como referencia el nivel de precios de una canasta de bienes básicos representativos del consumo de la población, buscando reflejar el consumo de un habitante promedio. La inflación se expresa como un incremento porcentual sobre el nivel de precios anterior. Por ejemplo:
En octubre del 2010, el costo de la canasta básica de productos alcanzó los $100. Esa misma canasta, medida en octubre del 2011, costó esta vez $103.50. La variación de un año al otro en este caso es de $3.50, que se traduce en 3.5%. La inflación registrada en este país para el período Octubre 2010 a Octubre 2011 fue entonces de 3.5%.
Como consecuencia de este nivel de inflación, si mis ingresos en Octubre del 2010 fueron $100 y mi consumo imita al de la canasta básica de referencia, tuve $100 de gastos y cero capacidad de ahorro. Sin embargo, si mis ingresos se mantuvieron en el mismo nivel, no me va a alcanzar para mantener mi nivel de consumo un año después. De hecho, tendría que endeudarme en $3.50 para poder mantener mis patrones de consumo dado el nuevo nivel de precios de la economía.
La inflación tiene, entonces, un impacto directo en nuestras finanzas básicamente en dos aspectos:
- Afecta nuestra capacidad adquisitiva y, en caso nuestro nivel de ingresos no aumente por lo menos al mismo ritmo que la inflación, puede perjudicar nuestra capacidad de sostener el nivel de vida al que estamos acostumbrados (o de acumular ahorros con la porción que nos sobra a fin de mes luego de realizar nuestros gastos).
- Puede significar que nuestros ahorros pierdan valor (en lugar de acumularlo) si es que éstos no están generando intereses mayores a la inflación.