Existe un término que se usa mucho en las finanzas personales en inglés que me genera bastante curiosidad. Se trata del concepto de frugalidad.
Para nuestro idioma, este término apunta directamente a la comida y significa que ésta es sencilla y poco abundante, según Wordreference. Sin embargo, quiero concentrarme en la definición que se usa en inglés, según Wikipedia: la práctica de adquirir bienes y servicios de una manera restringida y usar de una manera eficiente aquellos bienes ya adquiridos, para cumplir un objetivo de largo plazo.
Es decir, gastar a conciencia y no despilfarrar.
El mundo de hoy nos lleva a ser todo lo contrario de frugales. Queremos todo, lo queremos hoy y no importa si no nos alcanza… para eso está la tarjeta de crédito. Nos vemos estimulados permanentemente por novedades tecnológicas, nuevos modelos de celular, nuevas colecciones de ropa, infinitas opciones de restaurantes, discotecas, bares, viajes y un largo etcétera. En fin, todo lo que nos incita a gastar más de lo que ganamos y a no mirar atrás a las decisiones que nos hicieron endeudarnos.
Sin embargo, una vez que hemos decidido liberarnos de todo el círculo vicioso de compras compulsivas y decidimos tomar el control de nuestras finanzas, todo esto cambia. Tomamos mayor conciencia y claridad sobre cómo queremos gastar nuestro dinero y qué queremos obtener en el mediano y largo plazo con él.
Optar por la frugalidad es una excelente opción para quienes no quieren esperar a que les aumenten el sueldo tres veces más para poder “empezar a ahorrar”. El tiempo es oro y mientras más esperemos para empezar el proceso de acumulación, menos beneficios recibiremos de los intereses que podemos recibir.
Optar por la frugalidad me permitió evaluar mis patrones de gastos y tomar decisiones con relación a ellos. Gastaba más de lo que pensaba (o hubiera aceptado en caso lo supiera) en cosas que no aportaban nada y no me llevaban a cumplir ningún objetivo personal. Y, peor aun, no me alcanzaba para gastar en ciertas cosas que sí quería, cosa que – naturamente – me frustraba. Ser frugal, para mí, significó cambiar ese patrón. Hoy gasto mi dinero de una manera mucho más eficiente… y claro, gasto menos de lo que gano y me permito ahorrar para mi futuro.
Ser frugal no es ser aburrido… es ser inteligente. Es una de las mejores maneras de encontrar aquellas cosas que realmente nos satisfacen y concentrarnos en gastar en ellas, en lugar de tener mil fugas financieras por donde se escapa nuestro dinero. Además, tiene el beneficio adicional de ordenarnos y permitirnos vivir con menos de lo que ganamos, generando capacidad de ahorro y de inversión para cumplir objetivos de más largo plazo.
¿Habías escuchado el término antes? ¿Aplicas la frugalidad como parte de tu vida? Comparte con nosotros tu experiencia y opiniones al respecto.